8 de octubre de 2006

Detesto otros muchos, casi todos, pero me gusta ir a ese bar. Lo sabes. Y contigo aún me gusta más, me divierte que piensen, que se imaginen.... tú y yo ni ocultamos ni exhibimos nada, tan sólo estamos allí, poetizando entre risas y besos con la música invariablemente turbia, envolvente, sonidos que desvelan nuevas dimensiones de la sensibilidad, dejándonos alcanzar por los flashes en la oscuridad, la insinuación en cada ráfaga, cada roce de miradas. Como tú dices, me va el juego, más de lo que creo... pero no quiero que me toque ningún premio. Ni a ti, para qué negarlo. Y sin embargo, esta noche podrías haberte ganado a ese chico tan lanzado, tan soberbio y bello a sus 24 años. Y uruguayo, ¿viste? Su mejor arma era el descaro, su olvido del futuro apostando todo al presente, al divertimento efímero, como tú a tus 24, amor, cuando te escurrías de madrugada entre cuerpos cada vez más borracho y vulnerable, y no importaba si aquella noche te ibas sin ligue (aunque casi nunca ocurriese y terminaras con cualquiera menos guapo, menos joven que otros a los que habías descartado), quedaban otras noches, no se sabía cuántas pero en todo caso serían muchas, suficientes como para que tu equipaje de pequeños desengaños aún no fuera tan pesado como para estancarte, y quizás por eso, porque te identificaste con el uruguayo kamikaze, el héroe del instante, le cogiste del brazo en un gesto que era mucho más que un intento por acercarle para escucharle mejor, y fue entonces que una descarga te recorrió, uno de esos rayos que presagian tormenta, y al reconocer la amenaza te asustaste, echaste marcha atrás y malbarataste tus bazas que se sabían ganadoras arrastrándole a él en la derrota. Yo, ni me di cuenta de lo que había estado en juego. Fue luego cuando me contaste.

Anoche no hubo premio. Tú hace ya tiempo que ganaste el primero; y me sigues teniendo, cada vez más. Él, al cabo de horas de erotismo sórdido, acaso se llevara alguno de consolación, de ésos que al día siguiente han volado con el sueño de cada noche de sábado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmmm
que sutil es la separacion entre los colores reflejados del arco iris, las gotas de la tormenta que reflejan y la luz creadora... es mas, la misma luz, diria, es la frontera.