19 de diciembre de 2009

19 de diciembre

Demasiado ruido aún, demasiada incomprensión. Y en cualquier caso, la conciencia absoluta de los imperativos que abrieron el océano entre los dos, de su vigencia en el presente y lo que deja atisbarse del futuro. Tu vida, mi vida, ahondando con ímpetu en sendos caminos que echan sus raíces en el territorio elegido por cada uno. Tu carrera profesional, satisfactoria de nuevo. La búsqueda de la mía, al fin, y el estallido vital que ha traído consigo. Tu nuevo amor: muy joven, sensible, sé que me caería bien. Mi nuevo deseo insoslayable (me abandonaría al sueño mientras él conduce en la noche, y sus ojos me seguirían abrasando). Y el proceso del daño, ¿recuerdas? Sobre todo el proceso del daño.

Pronto cumpliré tu edad: treinta y cinco. Soy joven, nunca perderé mi juventud. Ya no. Tú, lo sé porque te he visto reír como un niño tantas veces, tampoco. La botella, tienes razón, flota en el océano. Y nada impide que siga flotando, así que deja de sentirte "detestado, borrado, olvidado". Los dos hicimos mal las cosas, antes de conocernos y también estando juntos en ciertas ocasiones. Ya nos hemos pedido perdón con razón, con mucha razón. No hay más que decir al respecto, las palabras han dado de sí todo lo que podían. Punto y aparte. Escribamos nuevos párrafos, tu carretera y la mía se pierden en el horizonte y prometen muchas emociones. No es probable que vuelvan a cruzarse, aunque tampoco imposible. ¿Qué debe importarnos hoy, ahora? Nada, créeme.



I have been here many times before, pero sigo aprendiendo. Aprendiendo el mundo, aprendiéndome.

Creo que la juventud era esto.

1 comentario:

León Sierra dijo...

Dos tiempos y uno solo.

En el añadido: el deseo, incluso anterior a la historia. Y sí, la palabra... no hay desdén sobre ella, es el hilo de Ariadna.

Qué lejos... y paradójicamente -y con severidad- Qué cerca.