5 de diciembre de 2009

Deja que compartamos las delicias y la majestad de la noche


¡Ah!
¡Soy yo, soy yo,
dulcísimo amigo mío!
¡Arriba, escucha una vez mas
mi llamada!
Isolda te llama,
Isolda ha venido
a morir, fiel, con Tristán.
¿No me respondes?
¡Permanece despierto
una sola hora,
una sola hora!
Ella ha velado, anhelante,
días de inquietud
para velar contigo
una hora todavía.
¿Tristán le roba,
le roba a Isolda,
ésta única,
eternamente corta, última
felicidad del mundo?
¿La herida? ¿Dónde?
¡Déjame curarle!
Deja que compartamos
las delicias y la majestad de la noche;
no te mueras por la herida,
no por la herida;
¡que la luz de la vida se extinga
para nosotros dos unidos!
¡Está vidriosa su mirada!
¡Está quieto su corazón!
¡No hay el menor soplo
de su aliento!
¿Tiene ahora que estar
sollozando en tu presencia
la que valientemente atravesó el mar
para desposarte deliciosamente?
¡Demasiado tarde!
¡Hombre obstinado!
¿Me castigas así
con el más duro de los destierros?
¿Sin ninguna clemencia,
sin pagarme mis sufrimientos?
¿No me es lícito
decirte mis quejas?
¡Una sola vez,
una sola vez todavía!
¡Tristán! ¡Ah!
¡Escucha! ¡Se despierta!
¡Amado mío!



1 comentario:

Vulcano Lover dijo...

es un fetiche sentimental, un leif motiv en mi vida, sin yo haberlo querido si quiera... cosas del azar.