Llevo sin toser dos horas, frente al portátil, emitiendo signos de supervivencia. Mi garganta agradece estas bebidas calientes como las que me prepararía mi madre, insomne por mí si hiciera falta pese al cariño escamoteado en estos años que llevo en Madrid (vine a ser yo, y en ello sigo). Pero me las preparo yo, las bebo solo, solo en un enjambre de luciérnagas.
No se está tan mal enfermo. Uno vive en la enfermedad, por la enfermedad. Más allá sólo existe una cierta esperanza, una pequeña melancolía, el abandono de ciertos juegos.
El tiempo dentro del tiempo. Huida. Retorno.
2 comentarios:
En nada nos ponemos buenecitos y ya estamos habitando las noches de madrid de nuevo
:-P
Me encanta esta entrada. Son los virus que inspiran de una manera que no se puede explicar bien y afloran la sensibilida del tacto de la vida.
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