31 de marzo de 2006

Cumpleaños

Mañana es 1 de abril, y se cumple un año desde que abrí este blog. Dado que casi siempre escribo desde el trabajo (primera confesión, aunque intuyo que la compartirían muchos blogueros...), he decidido adelantar a hoy su pequeña fiesta de aniversario.

Empecé sin un propósito definido. Mi blog era un cajón desastre. En este tiempo ha habido cambios de diseño, enlaces que se añadieron o desaparecieron, posts que sucumbieron a cribas sucesivas... Este espacio ha reflejado fielmente mis transiciones vitales durante los últimos doce meses. Valga como ejemplo que el primer blog que leí en mi vida, el que me inspiró para abrir inmediatamente el mío, fue el del chico al que ahora amo, a quien había conocido tan sólo unos días antes (segunda confesión...).

Creo que nada mejor que recuperar hoy mi primer post. Releyéndolo, me he dado cuenta de que ya marcaba el tono que finalmente ha adquirido este blog. Como la mayoría de mis textos, nació de la realidad aunque al escribirlo sea ya –y ése es el poder del narrador– literatura.

Gracias a quienes me leéis, de corazón. Vosotros le dais sentido a mis palabras. Y esto, lo sabéis, no es ninguna confesión.

Vida en una basura


Una calle cualquiera de Madrid. Viernes, 8 de la mañana, invierno. Camino del trabajo. En una esquina, un cubo de basura rebosado. Sobre la acera yacen papeles aparentemente sin importancia, pisoteados por los transeúntes que antes de mí han pasado por allí. Por qué me detengo, por qué me agacho y tomo en mis manos una postal fechada en 1965, por qué leo... No lo sé, mi natural curiosidad, poco importa. Pronto intuyo que gran parte de esa basura tiene conexión entre sí, que antes de ser basura era parte de una vida. Titubeante, temeroso de lo que otras personas puedan pensar de mí, levanto la tapa y hurgo entre cajas de cartón, prendas desgastadas, objetos sin orden. No llevo cartera, mochila, nada donde ocultar lo que ya considero un botín. Entro en una papelería y compro algo suficientemente grande como para que me den una bolsa y guardar todo hasta salir de mi oficina, hasta que lleguen las 3 y recobre, con más pulsión que de costumbre, mi vida.

Al llegar a casa desparramo el contenido sobre el sofá, en un gesto que me recuerda –pero yo no lo he vivido- el gesto de quien fuera que vertiera el día anterior todo aquello en un cubo, amparado en la impunidad de la noche. Un nombre y apellidos, un hombre que tuvo una mujer, hermanas que durante la dictadura le escriben desde Francia inofensivas postales de cariño, menús de cenas de un club de socios en hoteles de 3 estrellas, recordatorios de comunión, cuentas para llegar a fin de mes, cuartillas amarillentas de periódico, y fotos, muchas fotos... Sólo falta algo, tan obvio que su ausencia da sentido a todo lo demás: una esquela con ese nombre, esos apellidos que acaso nadie volverá a pronunciar.

3 comentarios:

Vulcano Lover dijo...

Felicidades, monsieur!
Recuerdo haber reparado en ese post precísamente cuando buscaba yo inspirarme para escribir el primer post de mi blog. Ya me gustaba lo que escribías entonces. Ahora, renuevo el placer de la belleza de esa intimidad del pasado, extraviada en un cubo de basura, recuperada, imaginada, recompuesta, que nos golpea en su rincón perdido, que repentinamente renace en el instante de nuestro hallazgo.
Hasta pronto.

Unknown dijo...

felicidades,

ahora me toca a mi, a mis 23 años el próximo sábado con mi gente, con mi cádiz. reencuentros.

DeCa dijo...

:-)


Que duro es releer viejos post... viejas cartas...

Es lo malo de vivir tanto tiempo en una ciudad: que las esquinas tienen demasiados nombres.