17 de mayo de 2012

Islas

El amor, de nuevo, me ha hecho huir. Atrás queda mi soledad, una exposición demasiado prolongada a ciertos peligros para el cuerpo y para el alma, aquellos horizontes que vislumbré y que se revelaron puros espejismos. Y he acabado aquí, en otra ciudad extranjera donde me hallo desterrado de lo que fui y dispuesto a lo que venga con la misma fe que en otras ocasiones me guió tanto a rotundos éxitos como a estrepitosos fracasos. Y no sé si esto es consecuencia de haber aprendido demasiado o de no haber aprendido nada, pero tal vez mi constante sea jugármela, ponerme al borde de abismos para demostrarme que puedo sortearlos, reinventarme, pagar el eterno precio por mi libertad. Porque, eso sí, de lo que jamás podré arrepentirme es de no haber sido libre, aunque sea para limitar mi mundo a cientos de abrazos entre sábanas revueltas, películas descargadas de internet y comidas precocinadas.

Esta es mi isla, y me gusta. No quiero que me rescate nadie, pero sé que no me harán caso y un día la echaré de menos. Mucho.

4 comentarios:

Kailing dijo...

Hola, llego a Espana y veo que tu blog esta abierto de nuevo y tu en UK... y yo acabo de volver de alli... Que tal te va?

Antonio dijo...

Estaba, estaba. He vuelto a Madrid, si te apetece quedamos y nos ponemos al día, mi mail es el mismo :)

Bertoff dijo...

No puedo perdonarme no haber leído esto antes!! :'(

Antonio dijo...

Jo, no sé si perdonártelo...