
Fueron tornándose movimientos, fotos sueltas que nunca lograrán incluirnos nacidas de la locura de un amanecer, el poso de un regreso que se rebelaba en ansia de un nuevo viaje hacia un destino aleatorio del que sólo sabíamos el origen -aeropuerto de Barajas- y su continente, Europa... y finalmente, resultó ser una ciudad que respira a él por todos sus costados: Bruselas; no era la primera vez que estábamos, León de pequeño y yo en dos ocasiones hace algunos años, pero nunca la habíamos sentido de esta forma, tan múltiple, pujante y viva, tejida de caminos en el tiempo, en la historia, del Renacimiento a lo más contemporáneo, de lo elevado a lo subterráneo, y todo bajo esa luz de un otoño que se resistía a ser invierno, esa urbe que huye de comparaciones afirmándose en un encanto que no se deja ver por una mirada superficial, lastrada de clichés, sino por otra que se deja arrastrar por la sorpresa de encontrar un acordeonista a la entrada de un callejón, como invitando al peatón a buscar, a descubrir, o una joya art-déco resplandeciendo entre palacios neoclásicos, el embrujo de un pequeño parque cubierto de hojas secas tras lo que parecía ser un anodino paso o una cafetería donde apenas asoma el bullicio ocupando el espacio de una antigua fábrica... y nosotros, sabedores de lo improbable de estar allí, dejándonos habitar en movimientos que, como nunca, lo han sido también del alma.
Una nueva habitación en el imaginario.
Hubo un momento en la historia de la fotografía en que alguien pensó más en capturar el puro vértigo del instante que en lograr la perfección de otros aspectos como la composición, la luz o el punto de vista, más en vigor hasta entonces. De esa corriente bebieron muchos fotógrafos cuya obra hoy admiramos, y supongo que de la misma forma esta mañana saqué apresuradamente mi móvil de mi bolso en plena calle, te empujé contra una pared y te hice esta foto. Quería capturar lo guapo que te veía en ese preciso momento, la emoción de quererte, de estar juntos bajo la luz del mediodía en este día después de una lluvia, después de una vida buscándote. Soy dichoso, te amo.
