31 de octubre de 2009

Tenías un poema

TENÍAS UN POEMA
escrito en papel de seda
pegado en la pared.
Nunca hablamos,
pero al pasar por tu escritorio
siempre me fijaba en él,
en ti.

Estaba caligrafiado en plata,
cuando ya te habías marchado
‒con ese aire tímido,
la corbata aflojada
y esa arruga en tu frente‒
la luz bañaba la seda
acaso como bañara
la isla de tu poema,
y a veces, si estaba solo,
me levantaba
y lo leía
sentado en tu silla,
con las manos sobre tu mesa
como tú acostumbrabas;
viendo la playa,
el acantilado,
en el mar de tus ojos.

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