6 de agosto de 2007

A propósito de Bergman

Cuando conocí la muerte de Ingmar Bergman vinieron a mi memoria aquellas tardes de cine en los recién abiertos cines Renoir en Zaragoza. Durante un tiempo fueron los únicos cines en versión original hasta que acabaron plegándose al doblaje para poder sobrevivir en esa ciudad tan gris y provinciana donde me tocó en suerte nacer y vivir durante veinticuatro años. Pero en la época que yo recuerdo, entre su apertura en 1996 y mi partida en 1999, fueron ese refugio que tanto había anhelado. Estaban a un paso del campus, la primera sesión era mi favorita y de hecho lo ha seguido siendo desde entonces en cualquier cine. La conmovedora "Ponette" fue la primera película que vi en ellos, una de las cuatro con que los inauguraron, y luego siguieron otras muchas entre las cuales "Encuentros Privados", escrita por Bergman y dirigida por su fiel compañera en el cine y en la vida Liv Ullman, se destacó en especial por su impacto en mi todavía incipiente mirada cinematográfica. De "Encuentros privados" hasta la crepuscular e inconmensurable "Saraband" he crecido con todas y cada una de las películas de Bergman que he podido ver.

Cada vez que alguien como Ingmar Bergman muere, alguien que forma parte de nuestra memoria, de la construcción de nuestra sensibilidad, algo muere en nosotros. El tiempo pasa y vemos desaparecer a aquellos que componen el puzzle que nos contiene, que somos. Tuve una sensación -unida al recuerdo de aquellos cines Renoir, no los de ahora sino los que fueron cuando yo era un joven triste pero esperanzado- de desasosiego ante lo inexorable de la vida, esas piezas que se pierden para siempre, una tras otra hasta que del puzzle solo queda el hueco que un día ocupó. Como esos cines, como Bergman.

Soy un chico que escribe, que junto al hombre que ama comparte un proyecto cinematográfico que ya ha empezado a cobrar vida. De mi experiencia me nace una necesidad de expresarme que no puedo reprimir, y mi obsesión día tras día es mejorar mis formas de expresión, dominarlas, ser más hondo y preciso.

Bergman era un genio. Hay muy pocos, los demás solo podemos aprender de ellos. Sueño -dicen que soñar es gratis- que cuando mi puzzle quede vacío, cuando la última pieza desaparezca con el último latido, habré dejado alguna huella en este mundo para formar parte de otros puzzles, otras memorias.

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