4 de julio de 2005

Después de

No nos resistimos. Luego supimos que no éramos sólo tú y yo los que pensamos en vagar por las calles una vez la fiesta hubo acabado. Muchos otros persistían en las aceras, las plazas, los bancos, en torno tal vez a unas cuantas botellas compradas en un chino. La música salía de los bares en un último grito de resistencia. No al lunes, no a una nueva semana, no a permitir que los relojes y los calendarios controlen nuestras vidas. Sí al hedonismo, al placer decadente y por ello más auténtico.

Delirio, no podía llamarse de otra forma el garito donde tú y yo dirigimos nuestros pasos queriendo burlar definitivamente el presente. Y sí, allí todo era la sustitución de otra cosa que debería estar sucediendo en el lado del orden, lo previsto, lo lógico. Porque nada menos lógico que tú y yo bailando en un sótano, tan cerca y tan lejos del amanecer, bebiendo tres copas por el precio de dos, dando un repaso frívolo a los muchachos que poblaban ese microcosmos, sobrados -lo sabemos tan bien- de lucidez, de inteligencia, de buen humor.

Lo más extraño eran aquellos lapsos en que el tiempo corría de forma diferente, cabalgaba a otra velocidad sobre nuestras palabras, nuestras risas (me encanta cuando ríes)... En esos instantes mi mente se desligaba de ese tiempo loco, ese sitio inverosímil, y volaba hacia otro lugar, otro momento donde acaso un orden nuevo fuera posible, lo cotidiano menos vulgar, la fantasía, my dear, realidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Subrayar con un comentario este post -esta noche- tan especial sería inútil. Baste una risa tres por dos, un Electricistas fangórico y hasta una Tortura de Shakira...

Anónimo dijo...

Lo inútil es imprescindible en muchas ocasiones. Este mismo post lo sería, entonces, o esos SMS tan nuestros de después de. No, mon cher, entre tú y yo lo accesorio, lo ornamental, es tan significativo como lo básico, lo desnudo.